jueves, 30 de noviembre de 2017

#TC2000 HÉROES (1)


Con apenas 13 años de edad, ese día pude experimentar la gran victoria de unos de los más grandes de todos los tiempos, como Juan Maria Traverso. Ese domingo viendo con la familia una nueva transmisión de ATC la carrera del TC2000 con extraordinarios ases del volantes por aquellos tiempos, fui testigo de una definición de carrera que a medida fue pasando el tiempo quedó como unas de las mejores definiciones de carreras de autos de todos los tiempos. Sin demasiados elementos como para discernir, se daba cuenta que algo histórico había pasado. Traverso y el autódromo Parque de Roca juntos al público presentes, más los televidentes, fueron por aquel entonces testigos del triunfo del gran Flaco con su cupé Fuego envuelta en llamas.
 El propio relator del viejo ATC, Raúl Barceló, con mucho dramatismo, contaba lo que pasaba y explotó en gritos apenas consolidado el triunfo: “¡Impresionante! ¡Monstruo Traverso! Volvió a ganar, en cualquier auto. Es el ídolo del automovilismo argentino. ¡Qué final por Dios! Como nos tiene acostumbrados Juan María Traverso”.
Aquel mediodía del 3 de abril de 1988, como todos los años, el TC 2000 se presentaba en el viejo trazado de General Roca, de apenas 2.612 metros de extensión y en el que se giraba en sentido horario. El Flaco, con la legendaria cupé Fuego del equipo oficial Renault que preparaba Oreste Berta, blanca con una publicidad de jeans en sus laterales, capturó la punta a cinco vueltas del final, despertando el festejo de los miles de hinchas que esperaban un nuevo triunfo de su ídolo.
Pero la hazaña comenzó a gestarse sólo una vuelta y media más tarde. Con el recordado y flamante monarca de la categoría Silvio Oltra detrás, el auto del múltiple campeón empezó a sufrir con un denso humo que invadió el habitáculo, al punto de tener que abrir la ventanilla izquierda como para lograr un poco de aire.
Las últimas vueltas fueron intensas. Oltra intentaba lograr un hueco como para pasarlo. Traverso sufría con el humo, miraba los espejos y hasta tenía que dominar su auto, que por la pérdida de aceite se ponía de costado en varios lugares.
 No se podía creer que faltando tan poco el triunfo de Traverso podía quedar en la nada, pero deseaba que el final sea feliz, mas allá del merito del propio Silvio Oltra, que también merecía la victoria.
Las lenguas de fuego ya comenzaron a escapar por debajo del auto a falta de un giro. Como si hubiese estado guionado, las llamas se hicieron mucho más intensas justo antes de la meta, donde lo esperaba la cuadriculada.
El Flaco se bajó lo más rápido que pudo, no soportaba más el humo. Levantó los brazos para demostrar que estaba bien, aunque en ese momento todos creyeron que fue para saludar, para agradecer los aplausos de todos los que invadieron el circuito para festejar con él.
Ese momento quedó grabado a fuego como las propias llamas del Renault potenciado por el mago de Alta Gracia y Juan María cruzaba los limites donde estampo la firma del hecho inmortal para todos los que aman el automovilismo.
Las declaraciones del piloto de Ramallo con el correr del tiempo, demutra del porque del triunfo.
“Una de las primeras cosas que me dijo Héctor Luis Gradassi fue: mientras ande el auto vos manejalo, sólo deja de mover las manos y los pies cuando esté totalmente quieto, detenido, y sin hacer ningún ruido, yo soy de los que lo siempre siguen acelerando. Yo pensé: habrá que ser así. Y por eso no paré en esa y no paré en tantas otras”.
“Había poco fuego dentro del auto, estaba del lado izquierdo, el del acompañante, yo lo veía debajo del auto por los agujeritos del piso, pero adentro se estaba prendiendo sólo la pintura. ¿Si tenía miedo a que explotara? No explota el auto, no explotó”.

Si tenemos que comparar las competencias de aquellos años, con los actuales, uno dice: “pilotos son los de antes”. Y hay algo de verdad, porque “aquellos” demostraban ser héroes del volante.




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