-Tío Dante y Octavio Sabattini debutaron en San Nicolás, el 12 de Octubre de 1969, con el Halcón blanco y azul, un coche verdaderamente imbatible en su momento, como lo demuestran, pese a toda la mala suerte, sus dos únicas actuaciones. Un problema que se origino en principio en la caja de cambios y que termino con la rotura de un pistón fue la razón del abandono en San Nicolás, carrera que gano Carlos Pairetti, pero Emiliozzi iba en la punta cuando esto ocurrió, ya con el número 4 por ranking:En San Nicolás cambiamos la caja de velocidad en la mañana porque al probar el auto comprobamos que saltaba la segunda; el motor era nuestro, lo demás era de Pronello. La caja era una ZF. Entonces la cambiamos por una caja que nos prestó el equipo Ford; y me acuerdo que yo estaba en el parque cerrado, y escucho que a Dante lo hacen hablar por radio y dice: “Termino de cambiar la caja porque saltaba la segunda; ahora pongo otra, y salta la tercera”. Y así ocurrió en la carrera: saltó un cambio en una curva y el motor se pasó de vueltas, y se cortó una válvula, se rompió un pistón y tuvo que abandonar. Con el mismo número 4, aunque por clasificación, largó Dante Emiliozzi el 9 de noviembre de 1969, desde Chivilcoy, la que sería su última carrera, la carrera del Triangulo del Oeste, que ganaría Oscar Mauricio Franco. Siempre he pensado que las primeras noticias que tuvimos, con Dante Emiliozzi al frente en la ruta y por tiempo, fueron el último regalo que nos dejo el campeón, una despedida con el acelerador a fondo, como no podía ser de otra manera, un adiós como para no defraudar. Ese día, como tío Dante dijo repetidas veces después del accidente, el “Halcón” corrió a casi 290 Kms, y como él mismo agregaba (lo más tranquilo, como si dijera la cosa más sencilla del mundo), “se tenía muy bien en el asfalto”. 245 kms fue el promedio del parcial. Aunque usted no lo crea. Pero la carrera terminó casi enseguida para él, y con un accidente que milagrosamente no le costó la vida, aunque de alguna manera ahí la dejo. Mi padre puede contarles mejor que yo que fue lo que pasó ese día:En esa carrera Dante largó con el 4; no sé si a 15” o a 30” porque antes no se largaba a menos de 15”. Yo estaba a solo 45 kms de la largada, haciendo de auxilio, y la gente que estaba ahí y los que me acompañaban empezaron a decir: ¡Ahí vienen, ahí vienen los punteros! ¡Viene el Gringo adelante! Ya había pasado a todos los que tenía delante y venía cortado, punteaba a un promedio increíble. Pero luego se retrasó un poco y lo paso Gastón Perkins que había largado en la punta, y fue cuando Dante volvió a pasarlo que ocurrió el accidente. El auto se fue un poco afuera en una curva, se cruzó a la otra banquina, y entonces Dante aprovecho para empezar a detenerse y limpiar el parabrisas que estaba muy sucio ya que había mucha isoca y prácticamente no se veía nada. El parabrisas era de acrílico, de plexiglass y tenía un triangulo o un rectángulo de cristal delante de la visión. El acrílico se ensuciaba por los bichos, por la tierra y es casi imposible poder ver. Pero ellos se detuvieron no porque se les había incendiado el coche sino para limpiar el parabrisas. Y justo cuando pasaron se dieron cuenta de que había fuego en el auto. Sino se hubieran detenido, se hubieran quemado vivos. El fuego apareció recién ahí, y nunca supimos muy bien si fue por corriente estática o porque el auto tocó en el suelo, aunque para mí fue esto último. El coche era todo de plástico, de lana de vidrio: Yo creo que lo que ocurrió fue que el habitáculo de la carrocería, que era de chapa, como lo exigía la reglamentación, tocó en el piso al sacudirse. El “Halcón” tenía dos tanques de nafta con los que salía repletos porque sino la nafta no alcanzaba para toda la carrera; en la largada, después de calentar y de cambiar bujías, lo mandamos a Librandi (NR: integrante del equipo de auxilio de la escudería Emiliozzi) con un bidón para completar el tanque que había sido usado; ese tanque que se llenó quedó completo en la carrera, se fue gastando el otro, pero fue justamente el que estaba repleto el que se destapó cuando el auto se fue afuera de la curva, con el sacudón, y entonces empezó a rebalsar; si hubiera sido el otro, no hubiera pasado nada, porque se había consumido. Con la frenada, al detenerse, el combustible se vino para adelante, y como estaba todo empapado de nafta el auto enseguida empezó a prenderse fuego. Octavio, que ya se estaba empezando a bajar para limpiar el parabrisas, fue el que vio todo y grito: “¡Hay fuego!”, y salió lo más rápido que pudo del coche. Dante se quitó enseguida su cinturón de seguridad e intentó tirarse del auto; pero había quedado puesta la bandolera que le apretaba la cintura. Para cuando pudo desprendérsela y salir, ya el fuego lo había alcanzado. Atravesó corriendo la ruta tratando, con la ayuda de algún voluntario, como un señor de apellido Guerra, de apagarse las llamas; cuando estaba llegando a la otra banquina se oyó una tremenda explosión: era el tanque de nafta que había explotado y el coche se destruyó totalmente. Cuando Dante pudo darse vuelta para ver el auto, ya no quedaba nada. Se salvaron gracias a la rapidez y velocidad de reflejos con las que actuaron. Enseguida descendió un helicóptero para llevarlos a él y a Octavio al sanatorio más cercano: ellos subieron por sus propios medios. Dante me dijo siempre que después de ese viaje en el avión, con el sol que atravesaba los vidrios y el dolor de las quemaduras, sabía lo que era el infierno. En esa carrera corría con un buzo nuevo y yo justamente ese día le había dicho a Antonio Annan: “¿Porqué no conseguís tela antiflamas y les preparas unos buzos?” Todavía no se usaban los antiflamas acá, en Norteamerica sí. Después del tratamiento en Buenos Aires, cuando lo traíamos para Olavarría, aún todo dolido y deformado por las quemaduras, Dante me dijo: “¿Y ahora qué hacemos?” “¿Como que hacemos?”, le dije yo, “¿casi te has matado y todavía estás pensando en seguir corriendo?” ¡Basta!, ¡esto se terminó! Y no me dijo más nada, pero ahí empezó su fin.Un fin que era todo un triunfo, pero un triunfo que los Emiliozzi no recordaron nunca, porque la amargura lo impedía: puedo asegurarles que mi padre no sabía o no recordaba hasta no hace mucho que tío Dante fue Sub-Campeón de la temporada 1969 de TC, y que por ranking ya tenía el número 2 para el puesto de largada de la temporada 1970. Pero parece que no dieron o no pudieron darle importancia a toda una consagración aún en medio de las llamas. Y sólo se prepararon para despedirse del TC y no para recoger los lauros que aún seguían ganando…
Irma Emiliozzi.
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